Creemos en un sólo Dios verdadero y eterno. Dios de infinito poder, sabiduría y bondad; hacedor y preservador de todas las cosas, ambas visibles e invisibles. En la unidad de esta Deidad hay tres personas de una sustancia de ser eterno, y de igualdad en santidad, justicia, sabiduría, poder y dignidad; el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Creemos que el Hijo, quien es la Palabra del Padre, el único y eterno Dios, de una misma sustancia con el Padre, tomó naturaleza humana en la matriz de la virgen María; para que dos enteras y perfectas naturalezas, es decir, la Divinidad y la humanidad fueran unidas en una Persona, para nunca ser divididas, en Cristo Jesús, Dios y hombre perfecto, quién sufrió, fue crucificado, murió y fue sepultado, para reconciliarnos con el Padre, y hacer expiación, no sólo por nuestras culpas, pero también por el pecado original.
Creemos que Jesús verdaderamente resucitó de los muertos en Su cuerpo, en una naturaleza humana perfecta, y que ascendió al cielo y está sentado a la diestra del Padre hasta que regrese a juzgar a todo hombre en el día postrero.
Creemos en la inspiración verbal y plenaria de las Sagradas Escrituras, conocidas como la Santa Biblia, compuesta de sesenta y seis (66) libros y dividida en dos partes, Antiguo Testamento y Nuevo Testamento.
Creemos que la Biblia es la Palabra de Dios, la revelación completa del plan e historia de la redención del hombre.
Creemos que la vida eterna con Dios en los cielos es una porción de la recompensa de los justos; y que la separación eterna de la presencia de Dios y la tortura sin fin es la paga de los persistentes malvados. (Mateo 25:46; Salmo 9:17; Apocalipsis 21:7-9)
Creemos que Jesús vertió su sangre para remisión de pecados para la regeneración de pecadores penitentes y para salvación del pecado y de la práctica del pecado. (Efesios 1:7; 1 Juan 3:5-10; Efesios 2:1-10)
Creemos, enseñamos y firmemente mantenemos la doctrina Escritural de la justificación por fe. (Romanos 3:25)
Creemos que Jesús vertió su sangre para limpieza completa del creyente justificado del pecado que mora en el, y su consecuente contaminación, subsiguiente a la regeneración. (1 Juan 1:7-9)
Creemos en la santificación. Mientras que la santificación se inicia con la regeneración y se consuma en la glorificación, creemos que incluye una definitiva, instantánea obra de gracia adquirida por fe subsiguiente a la regeneración (Hechos 26:18; 1 Juan 1:9). La santificación libra del poder y del dominio del pecado. Le sigue un crecimiento vitalicio en gracia y conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo (2 Corintios 4:16; 1 Pedro 3:18).
Creemos que el bautismo pentecostal del Espíritu Santo y fuego se obtiene por un acto definitivo de apropiación de fe por parte del creyente ya completamente limpio, y la evidencia inicial de la recepción de esta experiencia es el hablar en lenguas según el Espíritu le dé que hable. (Lucas 11:13; Hechos 1:5; 2:14; 8:17; 10:44-46; 19:6)
Creemos en la santidad divina como en la expiación. (Isaías 53:4-5; Mateo 8:16-17; Marcos 16:14-18; Santiago 5:14-16; Éxodo 15:26)
Creemos en la inminente, personal, premilenial segunda venida de nuestro Señor Jesucristo (1 Tesalonicenses 4:15-17; Tito 2:13; 2 Pedro 3:10-14; Mateo 24:29-44), amamos y esperamos Su venida (2 Timoteo 4:8).
Creemos que la responsabilidad de todo creyente es dedicar su vida a hacer el trabajo de la Gran Comisión. (Mateo 28:19-20; Marcos 16:15-20; Hechos 1:8)